ORACIONAL

En este apartado se publican algunas de las más destacadas oraciones para rezar en nuestro día a día.

Todas ellas se encuentran en un cuadro desplegable, que se abre haciendo click sobre cada uno de ellos.

En color AMARILLO, se presenta la Oración de la Iglesia (LAUDES, INTERMEDIA, VÍSPERAS)
Y en color BLANCO, se presentan el resto de oraciones.

ORACIÓN DE LA IGLESIA

Se divide en Laudes, Hora Intermedia, Víspera y Completas.

LAUDES ORACIÓN DE LA MAÑANA

Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO
Puede recitarse cualquiera de los siguientes himnos:

I

Cristo, alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,
tu resurrección alegraba el corazón del Padre.
En el día primero vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.

Cristo, alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana,
que anuncia tu esplendor al universo!

La mañana celebra tu resurrección
y se alegra con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca
sabiendo que el sepulcro está vacío.

II

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.

Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría
y el rostro de las cosas se alegra en tu pre­sencia;
silabeas el alba igual que una palabra;
tú pronuncias el mar como sentencia.

Regresa, desde el sueño, el hombre a su me­moria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.

Y tú regocijas, ¡oh Dios!, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.

¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío!

III

La noche, el caos, el terror,
cuanto a las sombras pertenece,
siente que el alba de oro crece
y anda ya próximo el Señor.

El sol, con lanza luminosa,
rompe la noche y abre el día;
bajo su alegre travesía
vuelve el color a cada cosa.

El hombre estrena claridad
de corazón cada mañana;
se hace la gracia más cercana
y es más sencilla la verdad.

¡Puro milagro de la aurora!
Tiempo de gozo y eficacia:
Dios con el hombre,
todo gracia bajo la luz madrugadora.

¡Oh la conciencia sin malicia!
¡La carne, al fin, gloriosa y fuerte!
Cristo de pie sobre la muerte
y el sol gritando la noticia.

Guárdanos tú, Señor del alba,
puros, austeros, entregados;
hijos de luz resucitados
en la Palabra que nos salva.

Nuestros sentidos, nuestra vida,
cuanto oscurece la conciencia,
vuelva a ser pura transparencia
bajo la luz recién nacida.

Salmodia

Antífona 1
Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria, aleluya.

Salmo 62,2‑9

El alma sedienta de Dios Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas (Orígenes).

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre.

ANT. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria, aleluya.

Antífona 2
Adoremos al Señor, que creó el cielo y la tierra.

CÁNTICO Dan 3,57‑88.56

Toda la creación alabe al Señor Alabad al Señor sus siervos todos (Ap. 19,5).

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor. bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

ANT. Adoremos al Señor, que creó el cielo y la tierra.

Antífona3
Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey, aleluya.

Salmo 149

Alegría de los santos. Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor (HESIQUIO).

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
Con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos
para tomar venganza de los pueblos

Y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
A los nobles con esposas de hierro,

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles

Gloria la padre…

ANT. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.

Palabra de Dios

Lectura breve Ap.7, 10.12

Cántico evangélico (Benedictus)

ANT. Bendito sea el Señor, Dios nuestro

Cántico (Lc. 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo;

Suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;

Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró
A nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de los enemigos,
Le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

y a Ti, niño, te llamaran profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
A preparar sus caminos,
Anunciando a su pueblo la salvación,
El perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Nos visitará el sol que nace de lo alto,

Para iluminar a los que viven en tinieblas
Y en sombra de muerte,
Para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria la padre…

ANT. Bendito sea el Señor, Dios nuestro

Preces o intercesiones

Proclamemos la grandeza de Cristo, lleno de gracia y del Espíritu Santo, y acudamos a él diciendo:

Concédenos, Señor, tu Espíritu.

Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia
-para que, llegados a la noche con gozo y lim­pios de pecado, podamos alabarte nuevamente.

Que baje hoy a nosotros tu bondad
– y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz
-para que durante todo el día sintamos cómo tu mano nos protege.

Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones
– y enriquécelos con toda clase de bienes del cuerpo y del alma.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

ORACIÓN DOMINICAL

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor: Padre nuestro…

Conclusión

ORACIÓN

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día: sálvanos hoy con tu poder para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y ac­ciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor.

El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

HORA INTERMEDIA. ORACIÓN DEL DÍA

INVOCACIÓN INICIAL

Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre. Como era. (Aleluya.)

HIMNO
Por la mañana:

Tu poder multiplica la eficacia del hombre
y crece cada día entre sus manos la obra de tus manos.

Nos señalaste un trozo de la viña y nos dijiste: Venid y trabajad.

Nos mostraste una mesa vacía y nos dijiste: ‑Llenadla de pan.

Nos presentaste un campo de batalla y nos dijiste: Construidla paz.

Nos sacaste al desierto con el alba y nos dijiste: ‑Levantad la ciudad.

Pusiste una herramienta en nuestras manos y nos dijiste: ‑Es tiempo de crear.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo Por los siglos. Amén.

A mediodía:

II

Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios, de esta dura porfía
de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!

Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde, que Dios está ‑sin mortaja­-
en donde un hombre trabaja y un corazón le responde.

A las tres de la tarde:

III

Se cubrieron de luto los montes a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del templo a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en duelo a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza a la hora de nona.

Hora de gracia, en que Dios da su paz a la tierra por la sangre de Cristo.

Levantaron sus ojos los pueblos a la hora de nona.
Contemplaron al que traspasaron a la hora de nona.
Del costado manó sangre y agua a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da testimonio a la hora de nona.

Hora de gracia, en que Dios da su paz a la tierra por la sangre de Cristo.

Salmodia

Antífona1
Mi alma desea continuamente tus mandamientos.

SALMO 118,17-24

Himno a Dios, autor de la ley.
Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5,48).

Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad;
soy un forastero en la tierra: no me ocultes tus promesas.

Mi alma se consume, deseando continuamente tus mandamientos;
reprendes a los soberbios, malditos los que se apartan de tus mandatos.

Aleja de mí las afrentas y el desprecio, porque observo tus preceptos;
aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes;
tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros.

ANT. Mi alma desea continuamente tus mandamientos.

Antífona2.
Haz, Señor, que camine con lealtad.

SALMO 24

Oración por toda clase de necesidades La esperanza no defrauda (Rom. 5,5).

A ti, Señor, levanto mi alma;
Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,
que no triunfen en mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas.

ANT. Haz, Señor, que camine con lealtad.

Antífona 3
Mírame, ¡oh Dios!, y sácame de mis tribulaciones, que estoy solo y afligido.

II

¿Hay alguien que tema al Señor? ‑Él le enseñará el camino escogido:
su alma vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra.

El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.
Tengo los ojos puestos en el Señor porque él saca mis pies de la red.

Mírame, ¡oh Dios!, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
Ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones.

Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados;
mira cuántos son mis enemigos, que me detestan con odio cruel.

Guarda mi vida y líbrame, no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán, porque espero en ti.

Salva, ¡oh Dios!, a Israel de todos sus peligros.

ANT. Mírame, ¡oh Dios!, y sácame de mis tribulaciones, que estoy solo y afligido.

Palabra de Dios, versículo y oración

LECTURA BREVE Sant. 1,19.20.26

Sed todos prontos para escuchar, lentos para hablar, lentos para la ira. Porque la ira del hombre no produce la justicia de Dios. Hay quien se cree hombre religioso, y no frena su lengua; pero se engaña a sí mismo; su religión no es auténtica.

Bendigo al Señor en todo momento.
Su alabanza está siempre en mi boca.

ORACIÓN

Oremos.
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sem­brados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a so­portar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

VÍSPERA. ORACIÓN DE LA TARDE

Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre. Como era. (Aleluya.)

HIMNO

Puede recitarse cualquiera de los siguientes himnos

I

Quédate con nosotros; la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos al declinar el día si tu camino no es nuestro camino? Detente con nosotros; la mesa está servida, caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres un hombre entre los hombres
si no compartes nuestra mesa humilde?

Repártenos tu cuerpo y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos tendidas en tu busca
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia en lo más hondo del corazón del hombre
tu imagen empañada por la culpa.

II

Hora de la tarde, fin de las labores.
Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.

Al romper el día nos apalabraste.
Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde,
que a jornal de gloria no hay trabajo grande.

Hora de la tarde, fin de las labores.
Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.

Das al vespertino lo que al mañanero.
Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento.
Tú que eres la viña cuida los sarmientos.

Hora de la tarde, fin de las labores.
Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.

III

Fuerza tenaz, firmeza de las cosas, inmóvil en ti mismo;
origen de la luz, eje del mundo y norma de su giro:

Concédenos tu luz en una tarde sin muerte ni castigo,
la luz que se prolonga tras la muerte y dura por los siglos. Amén.

Salmodia

Antífona1
Suba nuestra oración, Señor, como incienso en tu presencia.

SALMO 140,1-9

Oración ante el peligro.
El humo del incienso subió a la presencia de Dios, de mano del ángel, en representación de las oraciones de los santos (Ap. 8,4).

Señor, te estoy llamando, ven deprisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.

Sus jefes cayeron despeñados, aunque escucharon mis palabras amables; como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

ANT. Suba nuestra oración, Señor, como incienso en tu presencia

Antífona2
Tú eres mi refugio y mi lote, Señor, en el país de la vida

SALMO 141

Oración del hombre abandonado: Tú eres mi refugio Todo lo que describe el salmo se realizó en el Señor durante su pasión (SAN HILARIO).

A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa

Mira a la derecha, fíjate: nadie me hace caso;
no tengo a dónde huir, nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo:. «Tú eres mi refugio y mi lote en el país de la vida»

Atiende a mis clamores, que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores, que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión, y daré gracias a tu nombre;
Me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor.

ANT. Tú eres mi refugio y mi lote, Señor, en el país de la vida

Antífona3
Justos y verdaderos son tus caminos, ¡Oh rey de los siglos!

Cántico. Ap.15, 3-4

Canto de los vencedores

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Omnipotente;
Justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá al Señor, y glorificará tu nombre?.
Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones
Y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.

ANT. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡Oh rey de los siglos!

Palabra de Dios

Lectura breve. 2Cor. 1, 3-4

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios

Responsorio

Bendito eres, señor, en la bóveda del cielo
Digno de gloria y alabanza por los siglos

Cántico evangélico ( Magníficat)

Antífona. El poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo

Cántico. Lc. 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles
De generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre.

ANT. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo.

Preces e intercesiones

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque a través del mun­do nos has revelado tu poder y tu gloria;
‑ haz que sepamos ver tu providencia en los ava­tares del mundo.

Tú, que por la victoria de tu Hijo en la cruz anunciaste la paz al mundo,
‑ líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
‑ concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
‑ para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú, que al tercer día resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro, haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

ORACIÓN DOMINICAL

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó: Padre nuestro…

Conclusión

ORACIÓN

Al ofrecerte, Señor, nuestro sacrificio vesperti­no de alabanza, te pedimos humildemente que, me­ditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

COMPLETAS. ORACIÓN DE LA NOCHE

Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre. Como era. (Aleluya.)

Se hace un breve examen de conciencia que se puede terminar con la oración:

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre virgen; a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Himno

Puede recitarse cualquiera de los siguientes himnos

I

Gracias, porque al fin del día podemos agradecerte los méritos de tu muerte,
y el pan de la eucaristía, la plenitud de alegría de haber vivido tu alianza,
la fe, el amor, la esperanza, y esta bondad de tu empeño
de convertir nuestro sueño en una humilde alabanza.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

II

La noche no interrumpe tu historia con el hombre;
la noche es tiempo de salvación.

De noche descendía tu escala misteriosa
hasta la misma piedra donde Jacob dormía.

La noche es tiempo de salvación.

De noche celebrabas la pascua con tu pueblo
mientras en las tinieblas volaba el exterminio

La noche es tiempo de salvación.

Abrahán contaba tribus de estrellas cada noche;
de noche prolongabas la voz de la promesa.

La noche es tiempo de salvación.

De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre;
de noche eran los sueños tu lengua más profunda.

La noche es tiempo de salvación.

De noche, en un pesebre, nacía tu Palabra;
de noche lo anunciaron el ángel y la estrella.

La noche es tiempo de salvación.

La noche fue testigo de Cristo en el sepulcro;
la noche vio la gloria de su resurrección.

La noche es tiempo de salvación.

De noche esperaremos tu vuelta repentina
y encontrarás a punto la luz de nuestra lámpara.

La noche es tiempo de salvación.

Salmodia

Antífona
Mi carne descansa serena.

SALMO 15

Cristo y sus miembros esperan la resurrección Dios resucitó a Jesús rompiendo las atadu­ras de la muerte (Act. 2,24).

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.

Multiplican las estatuas de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja;
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor;
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

ANT. Mi carne descansa serena.

Palabra de Dios

LECTURA BREVE 1 Tes. 5,9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

RESPONSORIO

Y A tus manos, Señor,
Encomiendo mi espíritu.

Cántico evangélico

Antífona
Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. (T. P. Aleluya.)

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc. 2, 29‑32

Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel

Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

ANT. Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cris­to y descansemos en paz. (T. P. Aleluya.)

ORACIÓN

Se escoge una de las siguientes oraciones.

1. Oremos.
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

2. Oremos.
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino, que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

3. Oremos.
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Conclusión

El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. Amén.

Se añade el canto final a la Santísima Virgen Maria.

Fuera del tiempo pascual se canta o se dice una de las siguientes antífonas:

I

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, ahogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

II

Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar, ven a librar al pueblo, que tropieza y quiere levantarse.

Ante la admiración de cielo y tierra engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.

III

Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz,
salve puerta que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella;
salve, ¡oh hermosa doncella!, ruega a Cristo por nosotros.

OBSERVACIONES SOBRE LA ORACIÓN DE LA IGLESIA

Aunque la obligación jurídica no incumbe más que a los sacerdotes y a los monjes, toda la Iglesia se siente convocada a la celebración de las horas de Laudes y Vísperas. Es, pues, importante que su texto se difunda ampliamente entre los fieles, religiosos o laicos. La misma oración en familia ganará si se nutre y se inspira en ellas.
La hora intermedia inspira la actividad del hombre a lo largo de la jornada de trabajo. Con ella se abre la mañana y se ora al mediodía. Puede recitarse también en sesiones de estudio y reflexión, convivencias, cursillos, etcétera.
Pero la actividad del hombre no cesa al caer la noche. De aquí que la Iglesia nos ofrezca la posibilidad de una última oración al acabarse definitivamente la jornada. Se trata del oficio de Completas. Las Completas no son tanto una plegaria de la comunidad cuanto la oración personal del cristiano, quien, antes de dormirse, hace el examen de conciencia ante Dios, pide perdón por sus faltas, se confía en paz a su Señor y dirige un último saludo a la Santísima Virgen María

ACTO DE CONTRICCIÓN

ME QUIERO LEVANTAR

Sólo una cosa, Señor: otra vez con mis pecados… ¡Perdóname! Y encima, me canso antes yo de pedir que Tú de perdonar. Por eso vuelvo. No sé cómo me has amado tanto: te hiciste hombre, tu pasión, tu muerte… y yo, volviéndote las espaldas.
Parece que estamos jugando yo, a «hacer de malo» y Tú, a «hacer de bueno».
Padre, he pecado contra el cielo y contra TI ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros… ¡Perdóname, me quiero levantar del pecado! No quiero volver a traicionarte. (Pablo VI)

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

ACTO DE DOLOR PERFECTO

No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido, para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme al verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.
NO me tienes que dar porque te quiera,
Pues. aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. (Anónimo)

ÁNGEL DE LA GUARDA

SANTOS ÁNGELES

«Dios ha dado órdenes a sus ángeles espíritus puros que gozan de la plenitud eterna para que te guarden en sus caminos». , Qué singular veneración deben in­fundirte estas palabras, cuánta devoción inspirarte, cuánta confianza proporcionarte! Veneración ante su presencia; devoción en pago a su desvelo, confianza por la garantía de su custodia. Están presentes, por tanto, y están a tu lado, no sólo como compañía, sino como protección.
Seámosles, pues, devotos, seamos agradecidos a tan excelentes custodios; correspondamos a su amor; trate­mos
de honrarles cuanto podemos, cuanto debemos. (Del sermón 12 de San Bernardo.)

ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA

Ángel santo, que velas por mi pobre alma y por mi vida, no me dejes ‑soy pecador‑ y no me de­sampares a causa de mis manchas. No dejes que se me acerque el mal espíritu. Y dirígeme poderoso Preservando mi cuerpo mortal.Toma mi mano débil y condúceme por el cami­no de la salvación.  (MACARIO, EL EGIPCIO.)

Ángel de mi guarda, dulce compañía, No me desampares, ni de noche ni de día.  (Popular)

ÁNGELUS

El Ángel del Señor anunció a María
Y concibió del Espíritu Santo.

Dios te salve, María…

He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mi según tu palabra.

Dios te salve, María…

Y el Verbo se hizo hombre.
Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María…

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Oremos:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nuestros corazones; y al reconocer, por el anuncio del ángel, la encarnación de tu Hijo Jesucristo, conducidos por su pasión y cruz, lleguemos a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ANTES DE LA COMUNIÓN

ORACIÓN DE SAN AMBROSIO

¡Oh piadoso Señor Jesucristo! Confiado en tu misericordia y bondad, más que en mis merecimientos, me acerco con temor y temblor a tomar parte en este banquete suavísimo del altar. Pues conozco que tanto mi corazón como mi cuerpo están manchados con muchísimos pecados, y que mi entendimiento y mi lengua no han sido cuidadosamente guardados.
Por lo cual, ¡oh Dios piadoso!, ¡oh Majestad tremenda!, yo, miserable, en medio de tantas angus­tias, acudo a ti, que eres fuente de misericordia; a ti acudo en busca de la salud y me acojo bajo tu protección; y, ya que me es imposible soportar tu mirada de Juez irritado, deseo contemplarte como mi Salvador.
~ A ti, Señor, descubro mis llagas y mi confu­sión; conozco que te he ofendido frecuente y gravemente, y por eso me inspiras temor. Espero, sin embargo, en tu infinita misericordia; mírame con ojos bondadosos, Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre clavado en la cruz para salvarnos. Óyeme, pues en ti tengo puesta mi esperanza; apiá­date de mí, que estoy Heno de miserias y de pecados, tú que eres la fuente de la misericordia, que no cesa jamás de manar.
Salve, Víctima de la salvación, ofrecida en el patíbulo de la cruz por mí y por todo el linaje humano. Salve, noble y preciosa sangre que mana de las llagas de Jesucristo crucificado y lava todos los crímenes del mundo. Acuérdate, Señor, del hombre que has rescatado con tu sangre; me arrepiento de haberte ofendido y propongo enmendarme en lo sucesivo.
Padre clementísimo, aleja de mí todas las iniquidades y pecados, para que, purificado de alma y cuerpo, merezca entrar dignamente en el lugar san­tísimo, y que este cuerpo‑ y esta sangre que deseo tomar, aunque indigno, sirva para remisión de mis culpas, para purificar mi alma de sus delitos, para ahuyentar los torpes pensamientos, para devolverle los buenos sentimientos, para dar eficacia a las obras que a ti te agradan, y, finalmente, para firmísima protección contra las asechanzas del enemigo de mi alma y de mi cuerpo. Amén.

ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

¡Oh Dios todopoderoso y eterno!. Me acerco al sacramento de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor; me acerco como enfermo al médico de la vida, como leproso a la fuente de la misericordia, como ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y necesitado al Señor de los cielos y de la tierra.
Ruego, pues, a tu inmensa bondad que te dignes sanar mi enfermedad, lavar mi inmundicia, iluminar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez, para que me acerque a recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes y Señor de los que dominan, con tanta reverencia y temor, con tanto dolor y amor verdadero, con tanta pureza y fe, con tales intenciones y propósitos cual convienen a la salud de mi alma.
Concédeme, te lo pido, que reciba yo no sólo el sacramento de tu santísimo cuerpo, sino también la virtud y gracia del sacramento ¡Oh benignísimo Dios!, que reciba el cuerpo de tu unigénito Hijo y Señor nuestro, Jesucristo, formado de la Virgen María, de tal modo que merezca ser incorporado al Cuerpo místico, la Iglesia, y ser contado entre sus miembros. ¡Oh Padre amantísimo!, concédeme poder contemplar eternamente y cara a cara en el cielo a tu amado Hijo, al cual me dispongo ahora a recibir bajo el velo de la fe en esta vida mortal, y que contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.

AÑO NUEVO

AÑO NUEVO

1. ORACIÓN DE LA NOCHEVIEJA

Señor, en esta Nochevieja, cuando suenan las doce campanadas, queremos confiarte nuestros de­seos de gozo y de paz por el año nuevo que comienza. Bendícenos siempre y concédenos cami­nar todos los días por sendas de paz y fraternidad. También queremos pedirte, Señor, por todos los que en el año que termina han ido a tu encuentro; por los que se sienten solos y vacíos en medio del ruido y las luces de esta Nochevieja; por los que les cuesta alegrarse o tienen motivos para su dolor. Haz que todos seamos iluminados por tu verdad y fortalecidos con tu vida, para descubrir en lo efímero del tiempo el peso hondo y misterioso de tu eternidad.

2. ORACIÓN DE AÑO NUEVO

Dios eterno, principio de toda criatura; concé­denos que en este año, cuyo comienzo te ofrecemos, abundemos en bienes de la tierra y seamos luz del mundo por la santidad de nuestras obras. Por nuestro Señor.

BENDICIÓN DE LA MESA

Bendición de la mesa

1. En el nombre del Padre…

Bendícenos, Señor, y bendice los alimen­tos que vamos a tomar para mantenernos en tu santo servicio. Amén.

2. Bendícenos, Señor,
y bendice nuestros alimentos.
Bendice también a quienes
nos los han preparado,
y da pan a los que no lo tienen.

3. Bendice, Señor, a cuantos hoy comemos este pan .
Bendice a quienes lo hicieron
y haz que juntos lo comamos en la mesa celestial.

4. Porque me das de comer,
muchas gracias, Señor.
Sé que hay muchos hombres
que hoy no comerán…
Danos a todos el pan de cada día.

Acción de gracias

1. Te damos gracias, Señor,
por el alimento que nos has dado;
haced que de él nos sirvamos siempre
para nuestro bien.

2. Gracias por todos tus dones.
Que el Rey de la eterna gloria
nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.

3. Gracias, Señor, porque, de nuevo,
hemos podido alimentarnos con los dones
que Tú generosamente nos das.
Señor, que no haya más hambre en el mundo.

4. Te agradezco, Señor, esta alegría de la mesa:
el alimento y la compañía de los míos.
Bendice siempre a esta familia y a quienes no tienen ni hogar ni pan.

BIENAVENTURANZAS

«Las pequeñas bienaventuranzas» (de Joseph FOLLIET)

Bienaventurados los que se saben reír de sí mismos:
siempre tendrán motivo de diversión.

Bienaventurados los que saben distinguir una montaña de una topera:
se ahorrarán muchos quebraderos de cabeza.

Bienaventurados los que son capaces de descansar
y dormir sin justificarse: serán sabios.

Bienaventurados los que saben callar y escuchar:
¡Aprenderán cosas nuevas!

Bienaventurados los que son lo bastante inteligentes
como para no tomarse en serio: su entorno los apreciará.

Bienaventurados vosotros si sabéis mirar
con seriedad las cosas pequeñas y con tranquilidad las cosas serias:
llegaréis lejos en la vida.

Bienaventurados si sabéis admirar una sonrisa
y olvidar una mueca: vuestra vida será luminosa.

Bienaventurados si podéis interpretar
siempre con benevolencia las actitudes de los demás,
aunque las apariencias sean contrarias:
os tomarán por ingenuos, pero ése es el precio de la caridad.

Bienaventurados los que piensan antes de actuar y oran antes de pensar:
evitarán hacer muchas tonterías.

Bienaventurados si sabéis callar y sonreír
aunque os quiten la palabra,
cuando os contradigan u os pisoteen:
el Evangelio empieza a penetrar en vuestro corazón.

Bienaventurados sobre todo vosotros que
sabéis reconocer al Señor en todos los que encontráis:
habéis encontrado la verdadera luz,
habéis encontrado la verdadera sabiduría.

CREDO

Creo en Dios, Padre todopoderoso
creador del cielo y de la tierra
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso,
desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén

DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua W costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.

MIRADME

Miradme, oh mi amado y buen Jesús, postrado en vuestra santísima presencia; os ruego con el mayor fervor, que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, dolor de mis pecados y propósito de jamás ofenderos; mientras que yo, con todo el amor y compasión de que soy capaz, voy considerando vuestras cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de Vos, oh Dios mío, vuestro santo profeta David: «Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos.»

ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Gracias te doy, Señor Dios, Padre todopoderoso, por todos los beneficios, y señaladamente porque has querido admitirme a la participación del sacra­tísimo cuerpo de tu unigénito Hijo. Te suplico, Padre clementísimo, que esta sagrada comunión no sea para mi alma lazo ni ocasión de castigo, sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad, paciencia y verda­dera humildad y de todas las virtudes; sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme de­fensa contra todos mis enemigos, visibles e invisi­bles; perpetua unión contigo solo, mi verdadero Dios y Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte. Y te ruego que tengas por bien llevarme a mí, pecador, a aquel convite inefable donde tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verda­dera, satisfacción cumplida y gozo perdurable, dicha completa y felicidad perfecta. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

GRACIAS, SEÑOR

Haznos ver claramente, Señor, que por la Eucaristía nos unimos a nuestros hermanos y nos transformamos en Ti. Haz que, al comunicarnos tu bondad, amemos a todos nuestros compañeros. Que nunca olvidemos, Señor, la lección que Tú nos das, al darte: tenemos que darnos a los demás. Y muchísimas gracias, Señor, porque,
• a pesar de nuestras frialdades,
•a pesar de nuestros olvidos,
* a pesar de nuestras ingratitudes, Tú sigues a la escucha, y esperas nuestro «si”. Un «sí» de amor sincero e inquebrantable, un «sí» de fidelidad, un «si”, que llegue hasta nuestros hermanos.

ENSÉÑAME A SER GENEROSO

Oh Cristo Jesús, enséñame a ser generoso,

• servirte como mereces,
• dar sin llevar cuenta,
• combatir sin temor de las heridas,
• trabajar sin buscar el descanso,
• gastarme sin más recompensa que saber que estoy haciendo tu voluntad. Amén.

CRISTO CONMIGO

Cristo conmigo.
Cristo dentro de mi.
Cristo delante de mí.
Cristo detrás de mí.
Cristo a mi derecha.
Cristo a mi izquierda.
Cristo en mi casa,
Cristo en mi calle.
Cristo en el camino.
Cristo en mi puesto de trabajo.
Cristo en todos los ojos que me ven.
Cristo en todos los oídos que me escuchan.
Cristo en la boca de todo hombre que me habla.
Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí.
Cristo conmigo y yo con Cristo. Siempre y en todas partes.
Así sea. (S. Patricio, evangelizador de Irlanda)

DAME UN CORAZÓN GENEROSO

Cristo Jesús: algunos que se llaman amigos tuyos viven como si no existieras. Pero tampoco faltan los amigos de verdad. Y ya que me has hecho la gracia de conocerte mejor y amarte más en esta Comunión, ya que me has regalado el don maravilloso de tu Cuerpo y de tu Sangre, quiero ser uno de esos valientes que Tú andas buscando. Quiero ser un muchacho limpio por dentro, alimentado con tu vida divina, en medio del pecado que me rodea Quiero reparar con mi sacrificio el mal que se hace en el mundo y la ingratitud de los que te abandonan. No acabo de comprender, Jesús amigo, que soy yo, aquí abajo, un encargado de dar testimonio de la alegría de ser cristiano. Ahora, en estos momentos de acción de gracias por tu venida a mí, me doy cuenta de mi responsabilidad, y te prometo valentía y generosidad en tu servicio y en la alegría de mi testimonio. Amén.

EPIFANÍA

INVOCACIÓN INICIAL

A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

HIMNO

Puede recitarse uno de los dos himnos siguientes:

1

Ayer, en leve centella, te vio Moisés sobre el monte
hoy no basta el horizonte para contener tu estrella.

Los magos preguntan;
y ella de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde.

2

Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.

Mirando sus luces bellas, no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.

Aquí parad, que aquí está quien luz a los cielos da:,
Dios, es el puerto más cierto,
y si habéis hallado puerto no busquéis estrellas ya.

PRECES

Veneremos a nuestro Salvador, adorado hoy por los Magos, y digámosle suplicantes: Luz de luz, ilumina nuestro día.

¡Oh Cristo, manifestado en la carne!,
‑ santifícanos por el Evangelio y la oración.

¡Oh Cristo, justificado en el Espíritu!,
‑ líbranos de todo error.

¡Oh Cristo!, contemplado por los ángeles,
– danos a gustar ya en la tierra los bienes de tu reino.

¡Oh Cristo, predicado a los paganos!,
‑ ilumina el corazón de todos los hombres con la luz de tu Espíritu.

¡Oh Cristo, creído en el mundo!,
‑ renueva la fe de cuantos creen en ti.

¡Oh Cristo, llevado a la gloria!,
‑ enciende en nosotros el deseo de tu reino.

Padre nuestro, etc.

ORACIÓN

Señor, tú, que en este día revelaste a tu Hijo unigénito por medio de una estrella a los pueblos gentiles, concede, a los que ya te conocemos por la fe, poder gozar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor.

2. ORACIÓN DE UN NIÑO EN EL DÍA DE REYES

Al recoger los juguetes, tendría mucho sentido que un niño, ante sus padres, hiciese la siguiente oración:

Jesús, amigo y hermano nuestro. Estamos muy contentos hoy; los Reyes nos han traído muchas cosas, incluso algo que no habíamos pedido. Te lo queremos decir y queremos darte las gracias, por­que los mayores nos han dicho que todo lo bueno procede de ti. ¿A que vas a jugar hoy, todo el día con nosotros y nos vas a bendecir mucho? Tam­bién te queremos pedir por todos aquellos niños a quienes nunca les regalan nada, ni pueden ale­grarse con un juguete nuevo ni tienen pan para comer. Bendícelos también, pues lo necesitan más que nosotros. A ellos y a nosotros enséñanos a ser siempre buenos. Concédenos obedecer a nuestros padres no reñir entre nosotros, para darte a ti, Jesús, la alegría de ser cada día mejores. Amén.

ESPERANDO DE UN HIJO

EN LA ESPERA DE UN HIJO

¡Oh Dios, Padre nuestro!; te damos gracias por el don maravilloso en el cual nos haces partícipes de tu divina paternidad.

En este tiempo de espera te pedimos: protege esta vida llena aún de misterio, para que nazca sana a la luz del mundo y al nuevo nacimiento del bautismo.

Madre de Dios, a tu corazón maternal confiamos nuestro hijo. Amén.

ESPÍRITU SANTO

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu y todo será creado.
Y renovarás la faz de la Tierra.

Oremos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu santo. Te rogamos, Señor, que orientes nuestras acciones con tu gracia y las continúes con tu auxilio, para que todas nuestras obras y oraciones comiencen y terminen siempre en Ti. Así sea.

VENI CREATOR

Ven ¡Espíritu Creador! Visita las lamas de los tuyos
llena de tu gracia divina los corazones que tu creaste

Tú que eres llamado Paráclito, don del Altísimo Dios,
fuente viva, fuego, amor y unción del espíritu

Tú, el de los siete dones, el dedo de la diestra del Padre,
la promesa solemne del Padre, que dotas de palabra las gargantas.
Enciende la luz en los espíritus, infunde tu amor en los corazones,
confortando con tu auxilio continuo la flaqueza de nuestra carne.

Aleja más y más a nuestro enemigo y danos pronto la paz,
para que así, guiándonos tú, evitemos todo mal.

Haz que por ti conozcamos al Padre, y que conozcamos al Hijo,
y que creamos siempre en ti, ¡oh Espíritu, que procedes de ambos!

Gloria sea dada a Dios Padre y al Hijo, que resucitó,
y al Paráclito, por los siglos de los siglos. Amén.
PLEGARIAS AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, que llenaste los corazones de los apóstoles en el cenáculo:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, por quien predicaban la palabra de Dios con libertad:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, de quien estaba lleno el diácono Esteban:
– Ven a nuestros corazones

Espíritu Santo, que descendiste sobre los que oían la palabra de Pedro:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que llenabas el corazón de Saulo:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que te derramaste sobre los gentiles:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que llenabas de alegría a los discípulos de los apóstoles:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que pones a los obispos al frente de la Iglesia:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que ya hablas hablado a nues­tros padres:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que habitas en nuestras almas después de nuestro bautismo:
– Ven a nuestros corazones.

Espíritu Santo, que das fuerza a nuestra vida por la confirmación:
– Ven a nuestros corazones.

ESTUDIO Y TRABAJO

DESPUÉS DEL TRABAJO 0 DEL ESTUDIO

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios. A Tí, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Me he cansado, Señor, descubriendo la ver­dad entre mis libros. Te doy gracias porque me diste el uso de la inteligencia y me hi­ciste comprender tantas cosas bellas. Gra­cias por la ciencia y por los maestros que me ayudan.
Tengo las manos manchadas de grasa; pero estoy contento, porque sé un poco más y porque puedo presentarte estas horas de trabajo, hechas por Ti y en tu compañía.

Te damos gracias, Señor, por estas horas de trabajo. Gracias, porque son nueva riqueza de saber y porque, habiendo otros que no pueden estudiar, nos has dado esta nueva oportunidad, sin nosotros merecerlo.

EXAMEN DE CONCIENCIA

1. FORMULA DE LA CONFESION GENERAL

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor.

2. EXAMEN DE CONCIENCIA

(Según el nuevo Ritual de la Penitencia)

1 ¿Voy al sacramento de la penitencia con. sin­cero deseo de purificación, renovación de la vida o amistad más profunda con Dios, o, por el contra­rio, lo considero como una carga que se ha de reci­bir muy raras veces?

2. ¿Me olvidé o callé a propósito en las pasadas confesiones algún pecado grave?

3. ¿Cumplí la penitencia que me fue impuesta? ¿Reparé las injusticias que acaso cometí? ¿Me esforcé en llevar a la práctica los propósitos de en­mendar la vida según el Evangelio?

1. Dice el Señor: Amarás a tu Dios con todo el corazón

1. ¿Tiende mi corazón a Dios de manera que en verdad lo ame sobre todas las cosas en el cum­plimiento fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a su padre, o, por el contrario, vivo obsesio­nado por las cosas temporales? ¿Obro en mis cosas con recta intención?

2. ¿Es firme mi fe en Dios, que me habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero firmemente a la doc­trina de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cristiana escuchando la palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando cuanto pudiera dañar mi fe? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temores, mi fe en Dios? ¿He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada?

3. ¿He rezado mañana y noche? Mi oración, ¿es una auténtica conversación de mente y corazón con Dios, o un puro rito exterior? ¿He ofrecido a Dios mis trabajos, dolores y gozos? ¿Recurro a él en mis tentaciones?

4. ¿Tengo reverencia hacia el nombre de Dios, o le ofendo con blasfemia, falsos juramentos o usando su nombre en vano? ¿Me he conducido irreverentemente con la Virgen María y los santos?

5. ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta y piadosamente en la celebración litúrgica, y especialmente en la misa? ¿He cumplido el precepto anual de la confe­sión y comunión pascual?

6. ¿Tengo, quizá, otros «dioses», es decir: cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el espiritismo o cualquier forma de inútil magia?

II. Dice el Señor: Amaos los unos a los otros como yo os he amado

1. ¿Tengo auténtico amor a mi prójimo, o abuso de mis hermanos usándolos para mis fines o por­tándome con ellos como no quisiera que se porta­sen conmigo? ¿Los he escandalizado gravemente con palabras o con obras?

2. ¿He contribuido, en el seno de mi familia, al bien y a la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor? ¿Han sido los hijos obedientes a sus padres, prestándoles respeto y ayuda en sus necesidades espirituales y temporales? ¿Se preocu­pan los padres de educar cristianamente a sus hi­jos, ayudándoles con el ejemplo y con la paterna autoridad? ¿Son los cónyuges fieles entre sí en el corazón y en la vida?

3. ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo en lo que puedo a los oprimidos, ayudo a los que viven en la miseria, estoy junto a los débiles, o, por el contrario, he despreciado a mis prójimos, sobre todo a los pobres, débiles, ancianos, extranjeros y hombres de otras razas?

4. ¿Realizo en mi vida la misión que acepté en mi confirmación? ¿Participo en las obras de apostolado y caridad de la Iglesia y en la vida de mi parroquia? ¿He tratado de remediar las necesidades de la Iglesia y del mundo? ¿He orado por ellas, especialmente por la unidad de la Iglesia, la evangelización de los pueblos, la realización de la justicia?

5. ¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad humana en la que vivo, o me paso la vida preocupado tan sólo de mí mismo? ¿Participo, según mis posibilidades, en la promoción de la jus­ticia, la honestidad de las costumbres, la concordia y la caridad en la convivencia? ¿He cumplido con mis deberes cívicos? ¿He pagado mis tributos?

6. ¿En mi trabajo o empleo soy justo, laborioso, honesto, prestando con amor mi servicio a la so­ciedad? ¿He dado a mis obreros o sirvientes el salario justo? ¿He cumplido mis promesas y contratos ?

7. ¿He prestado a las legítimas autoridades la obe­diencia y respeto debidos?

8. Si tengo algún cargo o ejerzo alguna autoridad, los uso para mi utilidad personal o para el bien de los demás, en espíritu de servicio?

9. ¿He mantenido la verdad y la fidelidad, o he perjudicado a alguien con palabras falsas, con calumnias, mentiras o violación de algún secreto?

10. ¿He producido algún daño a la vida, la inte­gridad física, la fama, el honor o los bienes de otros? ¿He procurado o inducido al aborto? ¿He odiado a alguien? ¿Me siento separado de alguien por riñas, injurias, ofensas o enemistades? ¿He rehusado, por egoísmo, presentarme como testigo de la inocencia de alguien?

11. ¿He robado o deseado injusta o desordenadamente cosas de otros o les he infligido algún daño? ¿He restituido o reparado ese daño?

12. Si alguien me ha injuriado, ¿me he mostrado dispuesto a la paz y a conceder, por el amor de Cristo, el perdón, o mantengo deseos de odio y venganza?

III Cristo, el Señor, dice: Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto

1. ¿Cuál es la dirección fundamental de mi vida? ¿Me anima la esperanza de la vida eterna? ¿Me es­fuerzo en avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, la lectura y la meditación de la palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la mortificación? ¿Estoy esforzándome en domar mis vicios, mis inclinaciones y pasiones malas, como la envidia o la gula en comidas y bebidas? ¿Me he levantado contra Dios por soberbia o jactancia, o he despreciado a los demás sobreesti­mándome a mí mismo? ¿He impuesto mi voluntad a los demás en contra de su libertad y derechos?

2. ¿Qué uso he hecho de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me dio? ¿Lo he usado en superarme y perfeccionarme a mí mismo? ¿He vivido ocioso o he sido perezoso?

3. ¿He soportado con serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de la vida? ¿He mor­tificado mi cuerpo para ayudar a completar «lo que falta a la pasión de Cristo»? ¿He observado la ley del ayuno y la abstinencia?

4. ¿He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y la castidad, como templo que es del Espíritu Santo, llamado a resucitar en la gloria, y como signo del amor fiel que Dios profesa a los hombres, signo que adquiere toda su luz en el ma­trimonio? ¿He manchado mi carne con la fornicación, con la impureza, con palabras o pensamien­tos indignos, con torpes acciones o deseos? ¿He condescendido a mis placeres? ¿He mantenido conversaciones, realizado lecturas o asistido a es­pectáculos o diversiones contrarias a la honestidad humana y cristiana? ¿He incitado al pecado a otros con mi falta de decencia? ¿He observado la ley moral en el uso del matrimonio?

5. ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia, por temor o por hipocresía?

6. ¿He tratado siempre de actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del espíritu, o soy siervo de mis pasiones?

5. ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia, por temor o por hipocresía?

6. ¿He tratado siempre de actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del espíritu, o soy siervo de mis pasiones?

MES DE MAYO

MES DE MAYO

INVITATORIO

¡Levántate ya, amada mía, hermosa mía, y ven!, que ya ha pasado el invierno y han cesado las lluvias. Ya han brotado en la tierra las flores. Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Dame a ver tu rostro, dame a oír tu voz. Que tu voz es suave y es amable tu rostro. Vayamos todos para ver y alabar a la Virgen hermosa, Flor de las flores, Virgen de vírgenes y amor de amores.

INVOCACIONES

Llenos de confianza y de gozo, queremos ahora impetrar de nuestra Madre la fe humilde y poderosa que nos haga caminar rectamente por los senderos de la vida.
Ave María….

Ilusionados por la felicidad prometida, queremos pedir a María la esperanza consoladora que nos haga pasar por este mundo con la mirada en el cielo.
Avemaría.

Conscientes de nuestra hermandad en Cristo, pidamos a María la caridad, que es vínculo de perfección, de unidad y de gloria.
Avemaría.

OFRENDA

Recibe, Madre, la flor de nuestro amor.
Para que tu gozo sea cumplido.

Recibe, Señora, la flor de nuestra alegría.
Para que tu gozo sea cumplido.

Recibe, Virgen, la flor de nuestra castidad.
Para que tu gozo sea cumplido.
Recibe, Reina, la flor de nuestra esperanza.
Para que tu gozo sea cumplido.

Recibe, Virgen María, la flor que te ofrecemos, guárdala dentro de tu corazón, para que ahora y siempre nuestro amor y nuestra alegría, nuestra castidad y nuestra esperanza, sean la prenda ben­dita de tu gozo y del nuestro.

R Amén.

ORACIÓN

Te suplicamos, Dios omnipotente, que por haber elegido a la gloriosa Virgen María como Madre de tu Hijo unigénito, nos lleves con su poderosa me­diación a la gloria del cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R Amén.

NAVIDAD

NAVIDAD

1. BENDICIÓN DE LA MESA EN LA CENA DE NOCHEBUENA

Comienza la cena, cuando están todos reunidos de pie en torno a la mesa, encendiendo las velas. No olvidemos que en la noche de la historia se hizo una gran luz con el nacimiento de Cristo. Pero se puede cantar al comienzo la siguiente aclamación:

¡Oh luz gozosa de la santa gloria, del Padre celeste, inmortal, santo y feliz Jesucristo!
o bien decir:
Luz de Cristo.
Te damos gracias, Señor.

o también se puede leer como introducción la siguiente poesía hímnica:

No la debemos dormir la noche santa,
no la debemos dormir.
La Virgen a solas piensa qué hará
cuando al rey de luz inmensa parirá,
si de su divina esencia temblará,
o qué le podrá decir.
No la debemos dormir la noche santa,
no la debemos dormir.

Después se lee el trozo siguiente de los sermones de San León Magno sobre la Navidad. Es un texto que nos ayudará a ambientarnos en la celebración, comprensión y significado del misterio de la Navidad:

Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando, acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad y nos infunde la alegría de la eternidad prometida.
Nadie tiene por qué sentirse alejado de la parti­cipación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro Señor, des­tructor del pecado y de la muerte, como no ha en­contrado a nadie libre de culpa, ha venido para li­berarnos a todos. Que se alegre el santo, puesto que se acerca a la victoria. Alégrese el pecador, puesto que se le invita al perdón. Anímese el gentil, ya que se le llama a la vida.
Demos, pues, queridos hermanos, gracias a Dios Padre, por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo, puesto que se apiadó de nosotros a causa de la mucha misericordia con que nos amó.

Todos responden:

Te damos gracias, Señor, te bendecimos, te alabamos.

A continuación se hacen las siguientes preces:

Por los que en esta noche se duermen y no tie­nen fe, roguemos al Señor.
Te rogamos, óyenos.

Por los que ignoran o desprecian el nacimiento de Cristo, roguemos al Señor.

Por los que en esta noche pasan hambre, roguemos al Señor.

Por los que desesperan en su vela y son incapa­ces de levantar los ojos para ver la estrella, roguemos al Señor.

Por los que en esta noche tienen que hacer un servicio a la sociedad y no pueden celebrar la nochebuena en casa, roguemos al Señor.

Padre nuestro, etc.

Y se termina con la siguiente oración del Papa Juan XXIII al Niño de Belén:

Dulce Niño de Belén, haz que penetremos con toda el alma en este profundo misterio de Navidad. Pon en el corazón de los hombres esa paz que buscan, a veces con tanta violencia, y que tú solo puedes dar. Ayúdales a conocerse mejor y a vivir fraternalmente como hijos del mismo Padre.
Descúbreles también tu hermosura, tu santi­dad y tu pureza. Despierta en su corazón el amor y la gratitud a tu infinita bondad. Únelos en tu caridad. Y danos a todos tu celeste paz. Amén.

2. BENDICIÓN DEL BELÉN FAMILIAR

Se comienza leyendo o cantando la siguiente
ANTÍFONA

Hoy ha nacido Jesucristo. Hoy ha aparecido el Salvador. Hoy cantan los ángeles en la tierra, se alegran los arcángeles. Hoy saltan de gozo los justos, diciendo:
Gloria a Dios en el cielo . Aleluya.

Seguidamente se dice:

Te bendecimos, Señor, por este belén que he­mos preparado para recordar el nacimiento de tu Hijo, nuestro Salvador.

EVANGELIO, se lee el capítulo segundo del evangelio de San Lucas, que dice:

Lectura del santo evangelio según San Lucas.

En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.
Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscri­birse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pa­saban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
‑No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Se­ñor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama».
Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros:
‑Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.
Fueron corriendo y encontraron a María, y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pasto­res se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto Y oído; todo como les habían dicho.

Se termina haciendo las siguientes
PRECES
Adoremos a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pe­cado, y supliquémosle con fe ardiente diciendo:
Por tu nacimiento, socorre, Señor, a quienes has redimido.

Tú, que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas,
– haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre.

Tú, que asumiste las debilidades de los hombres,
– dígnate ser luz para los ciegos, fuerza para los débiles, consuelo para los tristes.

Tú, que naciste pobre y humilde,
– mira con amor a los pobres y dígnate consolarlos.

Tú, que por tu nacimiento terreno anuncias a todos la alegría de una vida sin fin,
– alegra a los agonizantes con la esperanza de un nacimiento eterno.

Tú, que descendiste al mundo para que los hombres puedan ascender al cielo,

– admite en tu gloria a todos los difuntos
Padre nuestro, etc.

ORACIÓN
Señor y Dios nuestro, que cada año nos alegras con la fiesta esperanzadora de nuestra redención; así como ahora acogemos gozosos a tu Hijo como redentor, concédenos recibirlo también confiados cuando venga como juez. Por nuestro Señor.

3. BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

En primer lugar se lee el texto de Isaías (44,23):

Aclamad cielos, porque el Señor ha actuado;
vitoread, simas de la tierra, romped en aclamaciones, montañas
y tú, bosque, con todos tus árboles;
porque el Señor ha redimido a Jacob y se gloría de Israel.

Seguidamente se dice:

En esta nochebuena te bendecimos, Señor, Dios nuestro, y te damos gracias por tu salvación. Hemos adornado este árbol en honor de la venida de tu Hijo, que ha quitado las tinieblas de la tierra y ha derramado en todos nosotros la alegría y la luz de la nueva creación.

Y se encienden las luces del árbol.
Se pueden leer los siguientes versículos del capítulo 35 de Isaías.

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano, y la belleza del Carmelo y del Sarión.
Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de, nuestro Dios.

Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.

Se acaba haciendo las siguientes

PRECES

Aclamemos alegres a Cristo, ante cuyo nacimiento los ángeles anunciaron la paz a la tierra, y su­pliquémosle diciendo:
Que tu nacimiento, Señor, traiga la paz a todos los hombres.

Tú, que con el misterio de Navidad consuelas a la Iglesia,
– cólmala también de todos tus bienes.

Tú, que has venido como Pastor supremo y guar­dián de nuestras vidas,
– haz que el Papa y todos los obispos sean buenos administradores de la múltiple gracia de Dios.

Rey de la eternidad, que al nacer quisiste experi­mentar las limitaciones humanas sometiéndote a la brevedad de una vida como la nuestra,
– haznos partícipes de tu vida eterna a nosotros, que somos caducos y mortales.

Tú, que, esperado durante largos siglos, viniste en la etapa final de la historia
– manifiesta tu presencia a los que aún te están esperando.

Tú, que, hecho carne, restauraste la naturaleza humana, corrompida por la muerte,
– concede la plena salvación a los difuntos.

Padre nuestro, etc.

ORACIÓN
¡Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía elevaste su condición por Jesucristo!; concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Que vive y reina contigo.

ORACIÓN DE LOS ABUELOS

ORACIÓN DE LOS ABUELOS

Señor, nos estamos volviendo viejos; los jóvenes nos hablan con reverencia y temen que les contemos trasnochadas historias.
A veces no comprendemos nada del mundo de hoy y sentimos el vacío en torno nuestro. Sabemos que tú no eres un Dios tranquilo para viejos achacosos, sino el Dios vivo, inagotable siempre en su novedad, contemporáneo de la actual transformación del mundo.
Comulgando tu pan vivo nos sentimos rejuve­necer: de él sacamos vigor para no ser ancianos de aquellos que se pierden en los recuerdos del pasado.
Concédenos, Señor, el preparar dignamente nuestra vejez, dar sentido a nuestros días actuales. Que sepamos ofrecer cariño a los nietos y vivir en el afecto de nuestros hijos.

ORACIÓN PARA EL VIAJE

ORACIÓN AL COMENZAR JUNTOS ALGÚN VIAJE

¡Oh Dios nuestro, camino de verdad y de vida! Tú, que fuiste de camino hasta Egipto con María, tu Madre, y con José, condúcenos también a nosotros; defiéndenos de, las penalidades, del mal tiempo, de toda adversidad.
En nuestro viaje, que no causemos mal a nadie. Que podamos volver felices y contentos. Que por los caminos de la vida podamos avanzar siempre en el cumplimiento de tus mandamientos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

POR LA FAMILIA

Oración de los Hogares

Señor Jesús,
has amado a la Iglesia, tu Esposa, con un amor perfecto,
has dado tu vida de Hijo de Dios,
para que ella sea santa e irreprochable ante tu mirada, en el Amor.
Por la intercesión de la Virgen María, Madre tuya y Madre nuestra,
Refugio de pecadores y Reina de los hogares,
con José, su casto esposo y padre tuyo putativo,
te rogamos que bendigas a las familias cristianas.

Renuévales sin cesar la fuente de bendiciones
que es el Sacramento del matrimonio.
Concede a los maridos ser como San José,
humildes y firmes servidores de su esposa y sus hijos;
Concede, por María, a las esposas
una reserva inagotable de ternura y tesoros de paciencia;
Concede a los hijos dejarse guiar por sus padres en el amor,
como Tú, Jesús, te sometiste a los tuyos en Nazaret y obedeciste en todo a tu Padre;

Sigue uniendo en Ti a los hogares, como la Iglesia y Tú sois uno,
en el Amor del Padre y en la comunión del Espíritu Santo.

Te pedimos también, Señor,
por las parejas divididas, separadas y divorciadas,
por los hijos heridos y por los hijos rebeldes.
Concédeles tu paz, ¡Te lo suplicamos con María!
Haz que su cruz sea fecunda,
ayúdales a vivir unidos a tu Pasión, tu muerte y tu resurrección;
Consuélalos en sus pruebas;
Sana todas las heridas de su corazón;
Dales el valor de perdonar profundamente, en tu Nombre,
al esposo que les ha ofendido y que ellos también han herido;
Condúceles a la reconciliación;
Estate presente en todos por tu Amor
y a los que han recibido el Sacramento del matrimonio,
concédeles la gracia de sacar de él la fuerza de ser fieles, para la salvación de su hogar.

Señor, Padre amado,
tan rico en misericordia, por el vínculo de tu Espíritu,
reúne en Jesús y María a todos los hogares,
unidos o rotos, para que un día tengamos todos juntos parte en tu alegría eterna Amén

Communion Notre Dame de l’Alliance `

POR LAS VACACIONES SACERDOTALES

POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES

¡Oh Dios, que quisiste dar pastores a tu pue­blo!, derrama sobre tu Iglesia el espíritu de piedad y fortaleza, que suscite dignos ministros de tu altar y los haga defensores valientes y humildes de tu Evangelio. Por nuestro Señor.

POR LOS RELIGIOSOS

Señor Dios, que inspiras y realizas todos los buenos deseos, dirige a tus hijos por el camino de la salvación y haz que cuantos se entregaron a ti, abandonándolo todo, sigan a Cristo, renuncien al poder del mundo y te sirvan a ti y a sus hermanos con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Por nuestro Señor.

POR LAS VOCACIONES RELIGIOSAS

Señor, Padre Santo, tú que invitas a todos los fieles a alcanzar la caridad perfecta, pero no dejas de llamar a muchos para que sigan más de cerca las huellas de tu Hijo, concede a los que has elegido con una vocación particular llegar a ser, por su vi­da, signo y testimonio de tu reino ante la Iglesia y ante el mundo. Por nuestro Señor

POR LOS DIFUNTOS

Por los difuntos

I

A ti, Jesús, vida nuestra, dirigimos nuestras súplicas.

Tú, que resucitaste a Lázaro del sepulcro.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que llamaste a la vida al híjo de la viuda de Naín
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que despertaste del sueño de la muerte a la hija de Jairo.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que resucitaste del sepulcro, vence­dor de la muerte.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que eres la resurrección y la vida.
Todos: Escúchanos, Señor.

II

A ti, Jesús, Señor, que quisiste compartir nuestro dolor, dirigimos nuestras súplicas.

Tú, que te compadeciste de la viuda de Naín, desolada por la muerte de su hijo.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que lloraste ante el sepulcro de Lázaro, muerto de cuatro días.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que, muriendo de tristeza, sudaste sangre en Getsemaní.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que sufriste la agonía de una muerte de cruz.
Todos: Ten compasión de nosotros.

III

Invoquemos con toda confianza a Cristo Jesús. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
Cristo, escucha nuestra oración por tu fiel N.
Todos: Señor, ten piedad.

Ilumina sus ojos con la luz de tu gloria.
Todos: Señor, ten piedad.

Perdónale sus pecados, concédele la vida eterna.
Todos: Señor, ten piedad.

Señor Jesús, atiende a los que te su­plican, escucha la voz de los que lloran.
Todos: Señor, ten piedad.

Jesús, Hijo de Dios, consuélanos en nuestra tribulación.
Todos: Señor, ten piedad.

IV

Acuérdate, Señor, de tu hijo N que en el bautismo fue sepultado en la muerte de Cristo para resucitar con él.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que en la confirmación fue ungido por el Espíritu de Jesús resucitado.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que en la eucaristía, memorial de la pascua de tu Hijo, fue alimentado con el Pan de la vida.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad

Que muriendo al pecado por la penitencia fue devuelto a la vida en Cristo Jesús.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que ungido con el óleo de los enfermos ha recibido el germen de la salud eterna.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que ha muerto con Cristo, para vivir con él.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

V

Santa María, que permaneciste junto a la cruz de Jesús.
Todos: Ruega por nosotros.

San Pedro , a quien el Señor confió las llaves del reino eterno.
Todos: Ruega por nosotros.

San Pablo, que deseaste partir de este mundo para estar con Cristo.
Todos: Ruega por nosotros.

San Juan, que anunciaste al que es la Palabra de la vida.
Todos: Ruega por nosotros.

San José, que tuviste el consuelo de morir asistido por Jesús y María.
Todos: Ruega por nosotros.

San N., cuyo nombre ha llevado en esta vida, acogido a tu protección.
Todos: Ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, que, muriendo en Cristo, habéis nacido a la vida eterna.
Todos: Rogad por nosotros.

VI

Terminemos nuestra oración repitiendo la plegaria que el Señor nos enseñó.
Todos: Padre nuestro…

Señor, ten misericordia de N., para que encuentre el perdón de todas sus faltas, pues deseó cumplir tu voluntad. La verdadera fe le unía, aquí en la tierra, al pueblo fiel­ que tu bondad le una ahora al coro de los ángeles y elegidos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

Dale, Señor, el descanso eterno.
Todos: Brille para él la luz perpetua.

POR LOS ENFERMOS

1. POR UN ENFERMO

Señor Jesucristo, que para redimir a los hom­bres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana; mira con piedad a N., que está enfermo y necesita ser curado en el cuerpo y en el espíritu.
Reconfórtalo con tu poder para que levante su ánimo y pueda superar todos sus males, y ya que has querido asociarlo a tu pasión redentora, haz que confie en la eficacia de su dolor para la salvación del mundo. Tú, que vives y reinas por los si­glos de los siglos.
R Amén.

POR LOS ESPOSOS

ORACIÓN DE LOS ESPOSOS
(Texto tomado de la oración bíblica de Tobías y Sara)

EL ESPOSO:

Señor, Dios de nuestros padres, tú hiciste a Adán del barro de la tierra y le diste. a Eva como ayuda. Ahora, Señor, tú lo sabes, si yo me caso con esta hija de Israel, no es para satisfacer mis pasiones, sino solamente para fundar una familia en la que se bendiga tu nombre por siempre.

LA ESPOSA:

Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión. Que los dos juntos vivamos felices hasta nuestra vejez.

ACCIÓN DE GRACIAS POR EL MATRIMONIO
Queremos darte gracias, Dios todopoderoso y eterno, porque has dejado la imagen de tu propio amor en nuestra unión matrimonial.
Queremos bendecirte, porque con el yugo suave del amor y el vínculo indisoluble de la uni­dad has hecho fuerte nuestra alianza.
El sacramento del matrimonio ha sido para nuestras vidas un recuerdo constante de tu amor inefable.
Acepta complacido, Padre, nuestra alabanza y nuestra súplica: que en la alegría siempre te alabemos y en la tristeza te busquemos; que en el tra­bajo encontremos el gozo de tu ayuda y en la necesidad sintamos cercano tu consuelo; que en todo momento demos testimonio de ti entre los hombres y, después de una feliz ancianidad, lleguemos al reino de los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. R Amén.

Oración de la Pareja

Bendito seas, Dios nuestro Padre, por los siglos de los siglos.

Tú eres quien nos ha creado, hombre y mujer, para ser apoyo uno del otro,
para que nuestros hijos nazcan de nuestro amor,
y para que nuestro amor sea reflejo de la unión de tu Hijo con la Iglesia.

Los dos, en familia, según las enseñanzas de Jesús,
te pedimos nuestro pan de cada día, alimento para el cuerpo,
y gracia para el alma, para nosotros dos,
nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Guárdanos y guárdalos a ellos en tu amor.
Ten piedad de nuestras faltas y de nuestras insuficiencias.
Inspíranos el mismo perdón para los demás.
Dígnate apiadarte de nosotros dos,
protege nuestro amor, y llévanos juntos a los días de nuestra vejez.

Oración conyugal de una pareja de los Equipos de Nuestra Señora

Oración de la pareja

Somos dos pero Tú estas aquí, Señor, en el sendero de nuestra vida.
Somos distintos pero cada cual a su ritmo, avanzamos hacia Ti.
Profundizando día a día la entrega total del uno al otro nos abrimos a tu Amor:
él espera de mí una palabra, un gesto que le haga sentir reconfortado y acompañado.
Yo espero de él un oído atento a mis preocupaciones, a mi cansancio.
Encerrados en la cárcel de nuestros egoísmos nos es difícil alcanzarte
pero la pequeña llama de tu presencia siempre libera en nosotros el amor.
Alimentados por tu Palabra bañados en tu Espíritu caminamos hacia Ti.
Bendito seas, Dios con nosotros, Emmanuel.

Dominique

PADRE NUESTRO, TÚ QUE ESTAS MÁS ALLÁ DE TODO…

Padre nuestro,
Tú que estás más allá de todo y presente en el corazón de los que se aman,
te confiamos nuestra pareja.

Santificado sea tu nombre
y que nuestra promesa, renovada cada día, pueda ser signo de tu presencia.

A fin de que la justicia, la paz y la alegría en el Espíritu Santo sobreabunden.
Haz de nosotros tus obreros y permite que cada uno ayude al otro a servirte mejor.

Que nuestra voluntad y nuestro poder
se unan a ti para que vivamos según tu Evangelio.

Danos amarnos cada día en la alegría y la ternura,
pero también en la irritación y el nerviosismo;
en la delicadeza y el humor,
pero también en el cansancio y la preocupación.

Perdona nuestra falta de esperanza,
nuestra fe frágil y nuestra caridad pobre
y enséñanos a vivir del amor que todo lo perdona.

No nos dejes hundimos cuando el pecado nos aleje el uno del otro,
mas haznos renacer sin cesar a un amor más sencillo y santo.

MARIE FRANCOISE Y DENIS (Alliance)

POR LOS HIJOS

POR LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Padre del cielo, estamos preocupados por nues­tros hijos, por la educación que debernos darles. Nos han dicho que debemos vivir cerca de ellos y también, saber alejarnos a tiempo, educarlos con fortaleza y amarlos sin imposiciones.
Vemos que se nos escapan, Señor, y por eso te los confiamos una vez más, sin abdicar de nuestra misión de padres.
Nuestro amor es nuestra fuerza, por eso mantennos unidos a los dos, para que nuestros hijos vivan también unidos y sean semejantes a noso­tros. No permitas que se desvíen.
Ensancha nuestros horizontes a fin de que se­pamos darles espacio para vivir libres. Que por afán de ganárnoslos, no seamos cómplices de sus debilidades.
Te lo pedimos a ti, fuente de todo amor, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

POR LOS NOVIOS

ORACIÓN DE LOS NOVIOS

En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor por una criatura que tú conoces y amas.
Tú mismo me la has hecho encontrar y me la has presentado, como un día en el paraíso terrenal presentaste Eva a Adán, para que el hombre no es­tuviese solo.
Te doy gracias por este don que me llena de una alegría profunda, me hace semejante a ti, que eres el amor, y me hace comprender el valor de la vida que me has dado.
Haz que no malgaste esta riqueza que tú has puesto en mi corazón: enséñame que el amor es un don y que no puede mezclarse con ningún egoísmo; que el amor es puro, y no puede quedar en ninguna bajeza; que el amor es fecundo, y desde hoy debe producir un nuevo modo de vivir en los dos.
Te pido, Señor, por quien me espera y piensa en mí; por quien ha puesto en mí toda la confianza para su futuro; por quien camina a mi lado: haznos dignos el uno del otro; que seamos ayuda y modelo.
Ayúdanos en nuestra preparación al matrimonio, a su grandeza, a su responsabilidad, a fin de que, desde ahora, nuestras almas dominen nuestros cuerpos y los conduzcan en el amor.

POR LOS PADRES

ORACIóN POR MIS PADRES

Señor, de quien procede toda paternidad en el Cielo y en la Tierra: quisiera hoy hablarte de mis padres. Deseo, Señor, para ellos una larga vida, llena de salud de alma y cuerpo. Bendice sus fatigas y protégelos de todo mal. Recompénsales todos los sacrificios que han hecho por mi y por mis hermanos. Haz, Señor, que nuestro hogar sea una copia fiel del hogar de Nazaret, donde reine la paz, el amor y la gracia. Ayúdame a crecer como crecías Tú, en obediencia y respeto, con cariño filial. Que al fin, después de haber permanecido fieles a tu santa Ley, pueda mi familia juntarse de nuevo, con la gran familia de los Santos, en la Casa del Padre. Amén.

ORACIÓN DEL JOVEN POR SUS PADRES

Señor, esta vida joven, que yo siento bullir en mi sangre, viene de mis padres. Tú les comunicaste tu fuerza creadora y yo vine al mundo.
Los días van pasando y yo encuentro mayor energía en mi alma y en mi cuerpo, mientras veo a mi padre que se va gastando en el trabajo.
Este trabajo, Señor, ha hecho el milagro de mi juventud.
Los días van pasando y yo encuentro mayor gozo de vivir en mi alma y en mi cuerpo, mientras veo a mí madre que se va consumiendo por el cuidado de sus hijos.
Esa solicitud, Señor, ha hecho el milagro de mi alegría.
Ellos me han enseñado a amarte y a tenerte por amigo.
Recompénsales tú mismo, Dios todopoderoso, todo lo que han hecho por mí.
Consérvales jóvenes de alma, sé tú su consuelo.
Y extiende sobre nuestra familia tu mano pode­rosa para que, unidos, vayamos pasando de esta casa a la casa que nos has preparado en el cielo. Amén

POR LOS POBRES

POR LOS POBRES Y NECESITADOS

Señor, enséñanos a no amarnos
• a nosotros mismos,
• a no amar solamente a nuestros amigos,
• a no amar sólo a aquellos que nos aman.
Enséñanos a pensar en los otros y a amar, sobre todo, a aquellos a quienes nadie ama.
Concédenos la gracia de comprender que, mientras nosotros vivimos una vida demasiado feliz, hay millones de seres humanos, que son también tus hijos y hermanos nuestros, que mueren de hambre, sin haber merecido morir de hambre; que mueren de frío, sin haber merecido morir de frío…
Señor, ten piedad de todos los pobres del mundo.
Y no permitas, Señor, que nosotros vivamos felices en solitario.
Haznos sentir la angustia de la miseria universal, y líbranos de nuestro egoísmo. Amén. (R. Follerau)

POR LOS SACERDOTES

POR LOS SACERDOTES

¡Oh Dios, que constituiste a tu Hijo unigénito sumo y eterno sacerdote!; te rogamos que cuantos fueron elegidos por Cristo como ministros de tus misterios, se mantengan siempre fieles en el cum­plimiento de su servicio. Por nuestro Señor.

0 bien:

Señor Dios nuestro, que para regir a tu pueblo has querido servirte del ministerio de los sacerdo­tes; concédeles aceptar constantemente tu santa voluntad para que, en su ministerio y en su vida, busquen solamente tu gloria. Por nuestro Señor.

POR LOS MINISTROS DE LA IGLESIA

¡Oh Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia a servir a los hermanos y no a ser servidos!; te rogamos les concedas disponibilidad para la acción y que en el humilde ejercicio de su ministerio perseveren siempre en la Plegaria. Por nuestro Señor.

PRIMERA COMUNIÓN

PARA LA PRIMERA COMUNIÓN DE UN HIJO

iOh Dios!, en el día en que por primera vez llamas a nuestro hijo N. a la mesa eucarística, te pedimos que viva siempre en comunión de gracia con Cristo, y que sea digno miembro de la Iglesia, su Cuerpo místico.
Con la fuerza de la Eucaristía preserva a N. de los asaltos del mal, fortalece su fe, hazlo testigo de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

REGINA COELI

REINA DEL CIELO

Reina del cielo, alégrate, aleluya
porque el Señor a quien has merecido lleva, aleluya

ha resucitado según su palabra, aleluya.
Ruega por nosotros al Señor, aleluya

Goza y alégrate, Virgen María, aleluya
porque resucitó verdaderamente el Señor, aleluya

¡Oh Dios, que mediante la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te dignaste alegrar al mundo; concédenos que por intercesión de su Madre, la Virgen María, alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, nuestro señor. Amén

ROSARIO

SANTO ROSARIO

Misterios gozosos (lunes y jueves)

1 . La anunciación del Ángel a la Virgen María.
2. La visita de Nuestra Señora a Santa Isabel.
3. El Nacimiento de Jesús en el portal de Belén.
4. La Presentación del Niño Jesús en el Templo
5. Jesús, perdido y hallado en el Templo.

Misterios dolorosos (martes y viernes)

1. La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.
2. Los azotes de Jesús atado a la columna.
3. La coronación de espinas.
4. La subida de Jesucristo al Calvario con la Cruz a cuestas.
5. La muerte de Jesús en la Cruz.

Misterios gloriosos (miércoles, sábados y domingos)

1. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo,
2. La Ascensión de Jesús a los Cielos.
3. La Venida del Espíritu Santo, sobre la Virgen María y los Apóstoles.
4. La Asunción de la Virgen María al Cielo.
5. La Coronación de la Virgen María y como Reina de Cielos y Tierra.

LETANIAS A LA VIRGEN

Señor, ten piedad,
Cristo, ten piedad,
Señor, ten piedad,

Cristo, óyenos,
Cristo, escúchanos,
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad santa, un solo Dios,

Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre y virgen,
Madre santa,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Ideal de santidad,
Morada de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Templo del Espíritu Santo,
Honor de los pueblos,
Modelo de entrega a Dios,
Rosa escogida,
Torre de David,
Fuerte, como torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los ángeles,
Reina de los patriarcas,
Reina de los profetas,
Reina de los apóstoles,
Reina de los mártires,
Reina de los que viven su te,
Reina de los que son castos,
Reina de todos los santos,
Reina concebida sin pecado,
Reina subida al cielo,
Reina de la Familia,
Reina del Universo
Reina del santo rosario,
Reina de la paz.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

Oremos:
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus sier­vos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y, por la intercesión gloriosa de Santa Ma­ría, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo, y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

SAGRADA FAMILIA

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

Este domingo, que cae dentro de la octava de Navidad, está consagrado por la liturgia de la Iglesia al recuerdo de la familia más santa que ha pisado nuestra tierra. Es, por lo tanto, ocasión propicia para que en el seno familiar haya un momento de oración, en la hora y circunstancia más oportuna, que se puede hacer con el siguiente esquema:

En estos momentos en que nos reunimos toda la familia, vamos a dirigir nuestra oración a Cristo Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y aclamémosle diciendo:

Tú eres, Señor, el modelo y el salvador de los hombres.

¡Oh Cristo!, por el misterio de tu sumisión a María y a José,
– enséñanos el respeto y la obediencia a los que nos gobiernan legítimamente.

Tú, que amaste y fuiste amado por tus padres,
– afianza a todas las familias en el amor y la con­cordia.

Tú, que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,
– haz que en todas las familias Dios sea honorificado.

Tú, que quisiste que tus padres te buscaran du­rante tres días,
– enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia.

Tú, que has dado parte de tu gloria a María y a José,

– admite también a nuestros difuntos en la familia de los santos.

Padre nuestro, etc.

ORACIÓN
Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sa­grada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imi­tando sus virtudes domésticas y unidos por los la­zos de¡ amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor.
MISAL

Dios, Padre nuestro,
que has propuesto a la sagrada familia
como maravilloso ejemplo
a los ojos de tu pueblo,
concédenos, te rogamos,
que imitando sus virtudes domésticas
y su unión en el amor,
lleguemos a gozar de los premios eternos
en el hogar del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

ORACIÓN DE LA MADRE TERESA

Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine amor, la paz y la alegría. Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con alegría.
Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo y de dolor.
Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia
especialmente en los momentos de angustia.
Haz que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera santa.
Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros pecados. Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar
todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa.
Inmaculado Corazón de Maria, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de la Guarda permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos. Amén

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA

¡Oh Santa Familia de Nazaret! ; enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesi­dad del trabajo de preparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable.

TRINIDAD

«Luz de luces» (Liturgia oriental)

¡Luz es el Padre!
¡Luz de Luz es el Hijo!
¡Luz es el Espíritu Santo, fuego en nuestros corazones!
Trinidad Santa, te adoramos.

¡Amor es el Padre!
¡Gracia es el Hijo!
¡Comunión es el Espíritu Santo!
Trinidad Santa, te adoramos.

¡Fuente es el Padre!
¡Don es el Hijo!
¡Efusión es el Espíritu Santo!
Trinidad Santa, te adoramos.

¡Poder es el Padre!
¡Sabiduría es el Hijo!
¡Bondad es el Espíritu Santo!
Trinidad Santa, te adoramos.

¡Pensamiento es el Padre!
Palabra es el Hijo!
¡Gemido es el Espíritu Santo!
Trinidad Santa, te adoramos.

VIACRUCIS

VÍA CRUCIS

En la muerte de Cristo descubren los creyentes la prueba definitiva del amor infinito del Padre hacia el mundo. He aquí la gran paradoja cristiana: A través de, la pasión y muerte del Hijo de Dios nos llega la justificación de vida a todos los que éramos hijos de maldición.
Ante los sufrimientos de Jesús, el corazón del cristiano adopta necesariamente una actitud penitencial. La cruz del Señor se levanta en medio de la Iglesia como el signo por excelencia de la salvación. La fe en la cruz victoriosa es el fundamento de la esperanza y el acicate de una continua y profunda conversión interior.
El «vía crucis», devoción muy antigua y hondamente arraigada en el alma del pueblo cristiano surge del deseo de meditar y sentir auténticamente la pasión y, muerte de Jesucristo.

Corto

Primera estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Señor, has dicho claramente la verdad a todos. Y te han denunciado. Y te condenan. Si vivo como Tú, seré condenado, sufriré. A veces tengo miedo. Dame forta­leza y valentía para luchar, para vivir tu Evangelio.

Segunda estación
JESÚS, CON LA CRUZ A CUESTAS

«El que quiera ser mi discípulo, tome su cruz cada día y sígame.» Señor, ensangrentado y roto, ayúdame cada mañana a emprender el camino.

Tercera estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Cristo deshecho, sin figura humana casi… Haz, mi Dios, que palpe mi poquedad. No soy nada. Pero Tú, Señor, lo eres todo. Perdón por mis caídas.

Cuarta estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

Una cruz avanza vacilante sobre las cabezas de la mul­titud. En la calle de la Amargura, una mujer, la Madre dolorosa. Momento cumbre de la pasión de María. Se­ñor, que aprenda de nuestra Madre, corredentora de los hombres. Y Tú, Señora, perdóname, porque fui yo quien te causó tanto dolor…

Quinta estación
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS

Te bendecimos, Dios todopoderoso, porque te haces ayu­dar por un hombre que, para colmo, no lo hizo de muy buena gana… Que la necesidad que tienes de mí no sea para Ti ni para mis hermanos los hombres una «triste necesidad».

Sexta estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Por fin, una muestra de cariño, en aquel mar de odios Señor, en mis luchas no apartes de mí tu rostro ni retires de mí tu fortaleza.

Séptima estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Más dolor en la caída. Más fatiga. Los soldados te golpean. Es el cansancio mortal que te produce nuestro plan: Pecar, confesar, pecar… ¡Señor¡ Basta ya.

Octava estación
JESÚS AVISA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

‘Llorad por vuestros pecados…» Hasta nos parece extraña tu respuesta. Ayúdanos a ser buenos y leales, y a no fingir ser mejores de lo que somos.

Novena estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Caes de nuevo, Jesús. Unos pasos más, ya te queda poco hasta la cima. Mi última zancadilla, Señor. Que me avergüence de mi insinceridad, de mi falta de hombría contigo. Y que confíe.

Décima estación
JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Te adoramos, belleza infinita, porque no tienes figura ni proporción. Tan mal te hemos dejado … . Perdón por nuestros pecado impuros, por los que tuviste que pasar por este escarnio. Haz que los hombres puedan adivinar en nosotros tu presencia.

Undécima estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Ni te dieron agua, ni permitieron que te la diera tu Ma­dre.. Clavaron tus manos brutalmente y Tú les dejabas hacer. Cristo crucificado, haz brotar en nosotros el torrente del agua viva de tu gracia, cuando el ardor de las pasiones está a punto de sofocarnos. Y enséñanos a atarnos a la cruz de nuestro deber.

Duodécima estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Era ya demasiado. Demasiada espera: treinta y tres años esperando eso. Demasiada sangre y demasiados golpes. Demasiado dolor del alma y demasiada ingratitud de los hombres. Has muerto, y has muerto, a sabiendas y libremente, por nosotros. ¡Gracias, Cristo! Ahora sabemos que no podemos morir a tu amor ni volverte las espaldas. ¡Gracias de nuevo!

Decimotercera estación
JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE

Sólo Ella sabía cuán finos eran aquellos nervios, aquellas manos, aquella frente torturada… Y no lloraba, se mantenía fuerte. Santa María, Madre de Dios ajusticiado, ruega por nosotros, pobres pecadores. Y Tú, Señor, des­cansa en paz. No te preocupes: nosotros cuidaremos de tu Madre.

Decimocuarta estación
JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO

«En el bautismo fuisteis sepultados, con Cristo, muertos al pecado.» Este largo y sangriento camino de tu Pasión, no ha acabado, Señor: hay hombres que sufren y mueren. Haz que tu cruz y pasión nos lleven a la gloria de la Resurrección, tras una vida quemada en tu servicio.

MÁS LARGO

PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS CONDENADO A MUERTE

Te condenaron todos, desde los príncipes de los sacerdotes hasta la plebe; todos los hombres, con sus negros Jui­cios y sus lenguas sucias. Y tú callabas.
Porque hoy son tantos los ruines que piensan mal, los que cortan con sus lenguas y ensucian con sus bilis; por­que hoy todos los reos son jueces entorno de tu silencio; porque yo también pensé con ofuscamiento, hablé con precipitación, condené con injusticia, porque así estamos, Se­ñor, verdes de envidia, clamando y murmurando… ¡Perdónanos; perdón!.

SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Entre todos la echaron sobre tus hombros. Tú no cediste a su peso, no te dejaste caer.
Porque son muchos los que siguen con el mismo juego, los que no gustan llevar la cruz que merecen, la del trabajo y la del sudor; porque entre nosotros hay demasiados que sacuden sus yugos y demasiados que llevan los ajenos; Porque también escurrí yo el hombro; porque aún hay esclavos que sudan y tiranos que engordan… ¡Perdónanos, Señor!

TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Te empujaron, fueron muchas las manos que empujaban, muchas; querían verte caer. Y lo lograron.
¡Señor! ¡Son tantos hoy también los que empujan! Son muchos los jóvenes que caen; ellos, en la haraganería, en el odio, en la negra codicia; ellas, en la liviandad… Pero, ¿quién tiene la culpa? Por ellos te pido, por los de arriba,
que empujan con sus injusticias y » sus trapacerías. Por todos los que empujan; por mi, que tanto empuje con mi mal ejemplo. ¡Perdónanos, Señor!

CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

Tú la encontraste en la calle. Tú el Hijo del Hombre; ella, la Señora. Y pensasteis en nuestras calles y encuentros…
Por eso, por nuestra calle y por nuestros encuentros, por las miradas de todos los hombres sobre todas las mujeres, porque ya el, respeto desapareció en los hombres que sacuden sus cruces; porque ya en ellas las hombre no ven a Madres porque ya en ellas las lágrimas no se estilan, por­ que también yo preferí la selva libre a las amarguras y seriedad dé la calle, por todo ello, tú, Madre, y tú, Señor, ¡perdón!

QUINTA ESTACIÓN
EL CIRENEO AYUDA A LLEVAR LA CRUZ

Lo hizo a la fuerza y de mala gana, porque nadie quería libremente ayudarle; nadie. Hubo que alquilar a un hombre.
¡Señor! Por todos los egoístas, los que alzan sus, hombros y pasan indiferentes; los, que dejan en la cuneta, de la vida a los hombres con sus cruces, tirados; los que, a lo más, arrojan sus limosnas a la salida de sus juergas; los que alquilan hombres para caminar ellos más desenvueltos; por ellos y por los cireneos de pega, los que, hacen teatro de su misericordia y compran el cielo con las monedas que sobran, como yo, Señor, pon mi atroz egoísmo y mi fachada honorable, y mi voz exigente. Por tanta farsa, Señor, ¡perdónanos!

SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Nadie se atrevía hasta que salió una mujer, una beata. Y se reirían de ella, la empujarían, la pisarían. Pero en sus lienzos quedó el milagro.
Igual, exactamente igual; hoy el miedo nos domina, el miedo que tienes tú que perdonarnos, ese inmenso miedo al mundo, a su juicio, a su condena. Porque hay una cobardía epidémica entre nosotros y todos dejan pasar el mal y nadie se atreve; porque en tanto, tú sólo caminas con la sangre y el barro sobre el rostro; porque también yo me hice el indiferente y el espectador.; porque todos nos reímos de la beata; por eso, por nuestra falta de hombría cristiana, ¡perdón, Señor, perdón!

SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Otra vez te empujaron los mismos, los de siempre, el culto fariseo y el soldado rudo. Y tú quedaste bajo la cruz.
Ahora te pido por todos los empujados, los que no se levantan y los que no saben levantarlos: los tiraron al arroyo, los tiraron a la cárcel, los tiraron al barrio de la miseria, los tiraron al club de la lujuria. Y bajo las cruces de sus pecados ahí están. Por ellos y por mí, víctima también, Señor, tú lo sabes, de los que me enseñaron a mentir, a “aprovecharme” y a ensuciarme… ¡Perdónanos, Señor!

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS Y LAS HIJAS DE JERUSALÉN

Lloraban ellas y tú reprendiste sus lágrimas. Querías algo más que llantos. Querías obras. Hablaste del infierno y seguiste tu camino.
¡Cuantas plañideras y plañideros, inútiles estorbos, por nuestros tiempos!. Todos los que se quejan, los que protestan, los que votan en contra, siempre con sus hombros sin cargas ni cruces; los que salen al camino a ver como otros sudan. Y yo ¿qué he hecho y en qué he sufrido para quejarme tanto?. ¡Señor perdona la hipocresía de tantas lágrimas!

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Otra vez por tierra, pero de nuevo surgiste. Había que llegar hasta el fin. Y llegaste.
Por eso nos perdonarás a todos los que se cansaron, a todos los que de veras sufrieron y cargaron, pero al fin quedaron rendidos ante la tercera caída o la tercera “faena”. Los cansinos, Señor; los que buscaron excusas para su defección y su pesimismo; los que dijeron que “para qué más”, los que no quisieron seguir “haciendo el primo”, mientras tantos espectadores se daban la buena vida. Ellos, y yo, con mis baches de misantropía y mis rachas de desconfianza: yo el débil, el cansado; yo el aburrido; yo, tantas vecescon mis ilusiones por el suelo… ¡Perdón, Señor, perdón!

DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Te dejaron sin nada,‑ bienaventurado en tú pobreza de sangre y desnude.‑ Y tú, les bendecías y les perdonabas.
Hoy también les perdonas. A todos los que, te despojan a todos los hombres de la rapiña y de la codicia; los que llaman operaciones a sus robos y negocios a sus crímenes; los maldecidos en tus, parábolas por sus hambres de rique­za, los que no: entrarán por el agujero, de. la aguja; los que se, juegan, a los dados la túnica de los pobres. Perdóname; Señor, porque también yo quise quedarme con algo y también yo no creí en la bienaventuranza de la pobreza. ¡Perdóname, Señor, tú, pobre y desnudo, a mí, codicioso y arropado!

UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CRUCIFICADO

Tu carne quedó abierta, floreciendo el árbol seco de la cruz. En tanto, tú pedías perdón y pensabas en nuestra carne.
La carne, la nuestra; con sus hambres y sus fiebres, sus debilidades y sus pecados. La carne de todos mis hermanos, en unos, sucia, macilenta y cochambrosa; en otros, perfumada, cálida y tentadora; Por aqué­llas, y , por éstas; por la mía, en su debilidad y en sus ardo­res, en su tentación y en su penitencia. ¡Señor, Jesús, con tu carné partida, perdónanos!

DUODÉCIMA ESTACIÓN
MUERE JESÚS

Inclinaste la cabeza ofreciéndote al Padre y llamando a la muerte. Cuando quisiste, cuando todo estuvo consumado.
Y quedaste muerto entre nuestros muertos, los que mu­rieron mirándote desde tu derecha o maldiciéndote desde tu izquierda. Nuestros muertos; los que té confesaron y los que te negaron; los que hoy te confiesan, con sus labios muerta el alma, y los que te niegan desde su cruz, el alma herida.
¡Cuántos muertos, Señor! ¡Cuántos frente a tu muerte, en nuestra tierra de muertos!. Por todos ellos y por mi, tu pequeño muerto a tu gracia, tu ladrón bueno; por todos, Jesús muerto, ¡perdónanos!

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
EL DESCENDIMIENTO

Tu cadáver está sobre el seno de, la Madre. Todo está si­lencioso, terriblemente silencioso y en sombras.
Ahora te pido perdón sobre esta sombra y silencio‑‑‑para los que se escaparon a la ciudad, para los que no creyeron, para los que dejaron sola a tu Madre, y para los que, humildes, mientras: los demás corrían te bajaron de la cruz. Te pido perdón para los sencillos, para los humildes, para los infelices, para los que quedan cuando los otros huyen, para los que pecan por infelicidad y hacen sus servicios por rutina, y para mí, Señor, tan vulgar en mis virtudes como en mis pecados, ¡perdón!

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO

Unos pocos te llevaron al sepulcro; no creían, sólo Ella esperaba; los demás, no; los demás lloraban y nada más.
Porque muchos no saben hacer otra cosa, porque no es­peran, porque no creen en tu, resurrección; porque en su mezquindad perdieron la confianza; porque la plaga del desánimo, de la fatiga y de la deserción cubre mi tierra, y‑‑‑porque yo mismo me siento atacado, llorando ante tu se­pulcro y el de nuestros muertos; por todo ello; tú, Señor, ven con tu saludo de paz y tu promesa de vida a vengarte así de nuestra desconfianza: a disipar así nuestros temores, a iluminar, por fin, nuestras penumbras, a perdonar, Señor, a perdonar…

VIRGEN

ACORDAOS

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de cuantos han implorado vuestros favores haya sido abandonado de Vos.
Animados por esta confianza, acudimos a Vos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis nuestras súplicas, oh Madre del Verbo; antes bien, acogedlas favorablemente y escuchadlas. Amén.

BENDITA SEA TU PUREZA

Bendita sea tu pureza, ¡y eternamente lo sea!, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa Belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada, María, te ofrezco desde este día alma, vida y corazón. ¡Mírame con compasión! ¡No me dejes, Madre mía!

CERCA DE Ti

Virgen Santa e Inmaculada. Yo me siento muy cerca de Ti; en los momentos en que la alegría llena mi corazón, te miro como Madre y como Reina. Te amo porque eres la Madre de Dios, la Madre de la Iglesia, la Madre de los corazones generosos. Eres también la Madre de los cristianos. La que está cerca en los momentos de alegría y en los momentos de tristeza; en los de trabajo, de estudio y de descanso. Enséñanos a mirarte siempre y a caminar hacia Ti.

CONSÉRVAME EL CORAZÓN JOVEN

Santa María, Madre de Dios, consérvame el corazón joven, puro y transparente como una fuente.
Consígueme un corazón sencillo, alegre siempre con la amistad de tu Hijo,
un corazón magnífico para entregarse, que sea compasivo, que sea amable;
un corazón generoso y fiel, que no olvide ningún bien, ni guarde rencor por ningún mal.
Hazme un corazón manso y humilde, que ame sin exigir recompensa!, decidido a amar a Dios sobre todas las cosas.
Dame, Santa Virgen María, un corazón impaciente Por ser cada día mejor; que solamente sea feliz amando mucho a Dios por ser mi Padre,
a todos, como hermanos, y a Tí, maravillosa Reina y dulce Madre, María.

YO TE OFREZCO, SEÑORA…

Señora, Trono de la Sabiduría, no quiero gozar solo de la felicidad de vivir con Dios, sino que deseo repartirla y darla a los demás. Yo te ofrezco mi vida, y te pido que sea ferviente, recta y pura. Te ofrezco mis estudios con todos los esfuerzos y sacrificios que el cumplimiento del deber impone. Te ofrezco mi apostolado actual en favor de mis compañeros y su desarrollo posterior, en el puesto que la Providencia me está preparando. Alcánzanos, Virgen María, a mí y a todos mis compañeros una generosidad alegre, y un sacrificio total al servicio de la Iglesia. Haz de nosotros magníficos cristianos que sirven a Cristo para que reine por amor sobre nuestras familias, nuestra sociedad y nuestra Patria toda.

CONSAGRACIÓN A MARIA

Quisiera, María, estar más disponible a todo lo que tu Hijo me confía, a la exigencia cristiana de nuestra vida en el siglo XX, rejuvenecido por la fuerza del Concilio, testimoniado por el ejemplo de almas grandes. Yo te confío, Madre mía, la entrega de todo mi ser al servicio de Cristo; el trabajo y la lucha por mantenerme siempre a disposición de Dios; la oración que me sale desde el fondo de¡ alma; la pureza de mi corazón y de mi cuerpo; el testimonio cristiano ante los demás, en el trabajo, en la diversión y la familia. Ayúdame, Madre; no quiero ser más que un humilde servidor, siempre con la alegría de saber que soy hijo de Dios y estoy llamado a trabajar por la extensión de su reino.

NUESTRA MADRE

Se nos olvidan muchas cosas.
Pero queda algo ante lo que siempre segui­mos vibrando: la madre.
Y suenan las palabras de Cristo:
«Madre, ahí tienes a tu hijo.» «Hijo, ahí tienes a tu Madre.»
Mi madre, tu Madre: Nuestra Madre Auxiliadora.

VARIAS

INSTRUMENTO DE PAZ

Señor:

Haz de mi un instrumento de vuestra paz:
donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo armonía;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo la fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo la luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría;
que no me empeñe tanto en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar:
porque dando, se recibe;
olvidando, se encuentra;
perdonando, se es perdonado;
muriendo, se resucita a la Vida.

(S. Francisco de Asís.)

FIRMES CON TU GRACIA

Jesús, con tu gracia, queremos mantenernos firmes:
frente a la soberbia, que inutiliza;
frente a la envidia, que empequeñece;
frente a la lujuria, que mancha el corazón y enturbia la mirada;
frente a la intolerancia con los mayores;
f rente al deseo inmoderado de diversiones;
frente al embotamiento por el cine;
frente a todo lo que debilita y enerva;
frente a la comodidad necia de los flojos;
frente a los amoríos tontos, que nos enredan;
frente a las caricaturas y profanaciones del amor;
frente a la vagancia, que desvitaliza;
frente al odio amargo y el resentimiento, que no crean más que violencias;
frente al egoísmo, que envilece…
Tu gracia, Señor, haga realidad nuestros deseos. Tu Cuerpo y tu Sangre nos hagan fuertes. Amén.

ENSÉÑAME A SER GENEROSO

Oh Cristo Jesús, enséñame a ser generoso,

• servirte como mereces,
• dar sin llevar cuenta,
• combatir sin temor de las heridas,
• trabajar sin buscar el descanso,
• gastarme sin más recompensa que saber que estoy haciendo tu voluntad. Amén.